Todo en mi vida académica estaba programado para que me preparara las oposiciones. Desde pequeña, mi vocación fue, sin duda, la docencia. Entonces no tenía otro camino que, una vez terminada la carrera universitaria, me pusiera al lío. Aquí os dejo mi experiencia con las oposiciones de profesor de Lengua y Literatura.
Fueron años complicados cuando terminé la carrera. Corría el año 2011 y la previsión de plazas era nula. En ninguna comunidad tenían pensado sacar oposiciones a corto plazo. Así que la idea generalizada de mi alrededor era un “para qué vamos a estudiar si no van a sacar plazas”; “no te metas en esto que es una pesadilla”; “dedícate, mejor a otra cosa, no van a salir plazas”; “no todo el mundo tiene la capacidad de aprobar una oposición.
¿Cómo comencé a preparar las oposiciones de Lengua?
Aún tenía por delante el máster de Secundaria y no quería decepcionarme ni tirar la toalla. ¡No había hecho más que empezar! Así que, como tenía tiempo porque no se sabía cuándo convocarían oposiciones, decidí cada mañana irme a la biblioteca municipal y escribir a mano, uno a uno, los temas del temario. Sería una forma de construir mis propios temas, sin prisa, pero sin pausa y con ilusión. Al fin de cuentas, me encanta la lengua y me encanta la literatura y los temas van enfocados a ello. Además, así podría cubrir esos huecos que tenía pendientes. Con el cambio al plan Bolonia y el traspaso de la filología al grado me había dejado asignaturas en el vacío.
La bibliografía
Comencé con la bibliografía que me habían facilitado los profesores de la universidad. Aprovechaba mis viajes a Ciudad Real para coger libros en la biblioteca que no había en mi municipio y compré algunos que podrían serme útiles, tanto de lecturas pendientes como manuales para aprender a comentar textos.
Cuando acabé el máster de secundaria, decidí matricularme en el máster universitario de investigación con dos propósitos: tener más puntos para el baremo de las oposiciones y abrirme la puerta para hacer posteriormente el doctorado. El máster de investigación está enfocado actualmente para hacer la tesina, es lo mismo que antiguamente se hacía en los cursos de doctorado.
Aquel curso fue inolvidable para mí. Siento que fue el año que más aprendí sobre Literatura, que tanto me apasiona. Mi relación con los profesores fue mucho más cercana, nos enseñaron temas que no habíamos visto durante la carrera, leímos libros muy interesantes que después analizábamos como si estuviéramos en un club de lectura y tuve contacto con escritores que se pasaron por la universidad durante aquellos meses.
El temario
Aquellos meses de aprendizaje me sirvieron mucho para mejorar mi temario y pude pedir ayuda para la revisión de ciertos temas a algunos de mis profesores.
Cuando acabé de escribir todos los temas con ayuda de los manuales que seleccioné, pasé muchas horas viendo documentales y entrevistas a escritores para poder mejorar los temas de literatura. También vi documéntales sobre estudios lingüísticos, como funciona nuestro cerebro, cómo comienzan a hablar los niños o qué estudios se han hecho con animales para entender el funcionamiento de nuestro lenguaje. Todo ello me sirvió para mejorar mi temario, pero también como entretenimiento y como motivación.
A nadie le conté lo que estaba haciendo, en verdad me sentía avergonzada por lo que parecía una pérdida de tiempo, pero ¿cómo iba a estar preparada el día de la oposición si no lo hacía con tiempo? A fin de cuentas, tarde o temprano convocarían plazas. ¿No?
La idea era estar preparada para ello.
Llegó la convocatoria
El curso siguiente decidí matricularme en el Doctorado en la Universidad de Alcalá de Henares. Mientras disfrutaba de esa vida académica que tanto me gustaba y tanto echo de menos, seguía enriqueciendo mis temas y preparando mi programación. Centrándome en ello, sin saber, aún cuál serían mis puntos débiles (de los que hablaré en su momento).
Hice la tesina, el proyecto de trabajo, centré la bibliografía sobre la que trabajaría y el corpus de autoras a estudiar. Mi tesis se centraba en la novela del yo (autoficción) escrita por mujeres en los años contemporáneos (2010-2015).
Pero el curso acabó, y ya se empezaba a hablar de convocatoria de oposiciones en algunas comunidades. Corría el año 2013. Así que tuve que tomar una decisión: o seguir con el doctorado o ir a por todas con la oposición. El hecho de dar clase en la universidad sería muy complicado una vez que acabara el doctorado, de hecho he tenido compañeros que han abandonado aquellos puestos por motivos económicos. Así que, sin dudarlo ni un segundo, me senté en mi mesa camilla un uno de septiembre, con mi temario terminado y escrito a mano, y me puse a estudiar. Como si me fuera la vida en ello. De lunes a sábado, de ocho de la mañana a seis de la tarde.
Aquí tenéis el procedimiento a seguir para estudiar el temario de las oposiciones de Lengua y Literatura, podéis leerlo y profundizar en ese camino de aprendizaje y estudio. Por ello, no me alargo contando cómo memoricé los 72 temas de la oposición.
El día del examen de la oposición
La primera vez que oposité fue en Zaragoza. Cogimos noche en un hotel y por la mañana, tomamos el tranvía de camino al instituto donde me examinaría. Iba muy nerviosa, casi malhumorada, mucha gente para muy pocas plazas. Pero era una oportunidad de oro para entrar en las listas y empezar a trabajar.
La secretaria del tribunal se llamaba María. Tenía el pelo moreno muy largo. Era joven. Muy joven me pareció. Y la tomé como referencia: ¡cómo me hubiera gustado estar dónde estaba ella y no dónde estaba yo! Pero llegaría, solo había que desearlo y trabajarlo.
DESEA MUY FUERTE Y TRABÁJALO. LO CONSEGUIRÁS
El comentario
Nerviosa me senté en el pupitre asignado y esperé intentando controlar los latidos de mi corazón a que me dieran la primera prueba. Aquel comentario lo vi factible. Lo hice bien. Por la tarde, después de pasar un calor abrasador por las calles de Zaragoza, tocaba esperar los números del sorteo de temas. En ese momento estaba mucho más nerviosa. Había llegado el momento de demostrar lo que había aprendido durante tanto tiempo. De saber si mis temas eran válidos para una oposición, si estarían a la altura.
El sorteo de los temas a escribir
La suerte estuvo de mi lado, pero no para mí, sino porque los temas que salieron coincidieron en ser los típicos que no suelen estudiarse. Así que fueron muchos los compañeros que se levantaron y se fueron. No se sabían ninguno de los temas que habían salido. No podían defender ninguno de ellos. Así que abandonaron.
¿Todo un año estudiando para luego abandonar porque ningún tema te sabes? Yo sabía desde el primer día que no me iba a ocurrir eso. Era tirar mi tiempo por la borda en un minuto. Era preferible llevar todos los temas, pese a que algunos fueran con pinzas, a dejarme temas sin mirar, sin conocer, haciendo imposible que pudiera decir nada sobre ellos. ¿Ningún tema? En serio. Cogí aire y me dispuse a ello.
La parte práctica
A Aragón tuve que ir otro día a leer mi examen y como aprobé la primera parte, fui una vez más a Zaragoza a entregar la programación y otra a defenderla. En total, cuatro viajes a Zaragoza que pude compatibilizar con un único viaje a Madrid para hacer la primera parte. Esa que no pasé y que me fue suficiente para darme cuenta de que el estudio, ese que creía que había sido mucho, no había sido suficiente. Empecé a darme cuenta de cuáles eran mis puntos débiles.
SÉ CONSCIENTE DE CUÁLES SON TUS PUNTOS DÉBILES Y TRABÁJALOS
En el tema siempre tuve la calificación de sobresaliente. En ambas comunidades. Eso me hizo ver que, efectivamente, mis temas eran valiosos y estaban a la altura. No así con la parte practica, que suspendí. En Aragón el suspenso fue suficientemente alto para que me hiciera media, no así en Madrid, donde tiene mucho más valor.
Pasar a la segunda parte en Aragón también me sirvió para ver que la programación era muy buena, de nuevo un sobresaliente, pero tenía que poner el foco en las unidades didácticas. Otro de mis puntos débiles.
En verdad, me había centrado en los temas y en la programación, las había machacado y las había preparado bien. Pero los casos prácticos y las unidades didácticas las había dejado más de lado. Me había confiado con ellas y eso me había hecho fracasar.
Aunque de todo se saca un aprendizaje. No había conseguido una plaza, pero ya sabía por dónde debía empezar a mejorar.
Me tomé el mes de agosto de descanso. Es fundamental desconectar y descansar para cogerlo con fuerza y ganas de nuevo. Y, otra vez más, después de caerme y llorar y llorar, me levanté otro uno de septiembre y me puse a trabajar.
Como los temas los tenía controlados, decidí pasarlos a ordenador. Así los iría repasando y digitalizaría mi trabajo. Y puse el foco en los comentarios de texto y en las unidades didácticas.
Nuevo año, nueva convocatoria
El curso siguiente volvieron a convocar plazas. Esta vez en Castilla La Mancha y, de nuevo, en Madrid. Y me fue mucho mejor. Aprobé en ambas comunidades con buena nota. Pero sacaron un número de plazas ridículo (unas cinco en Madrid y unas diecisiete en Castilla La Mancha), así que me quedé a las puertas de obtener plaza. Pero ya me llamaron en septiembre a trabajar. Y eso me motivó para seguir adelante con mi objetivo.
El curso siguiente fue muy duro. Tenía una vacante a jornada completa a una hora de viaje en autobús de mi casa. Me levantaba sobre las seis y media de la mañana para coger el autobús y llegaba casi a las cuatro. Comía y me sentaba a estudiar. Lo hacía de cuatro de la tarde a doce de la noche. Apenas paraba para comer algo para cenar. Como digo, fue muy duro. Pero mereció la pena.
Aquel curso, además de seguir repasando mis temas, que cada vez lo tenía más machacado, me centré en el comentario de texto. Seguía siendo mi punto débil. Debía ir a por ellos. Eso sería la diferencia para aprobar con buena nota. Leí libros sobre comentarios de texto. Memoricé los cambios históricos de nuestro idioma. Leí libros aún pendientes de lectura, sobre todo los anteriores al siglo XVIII. Hice dos comentarios de texto a la semana y se los pasaba a un compañero con mucha experiencia para que me los corrigiera. Aprendí de cada error y de la repetición.
El día del primer examen me eché a llorar mientras buscábamos aparcamiento. Había tanta gente que aquello me caía como un jarro de agua fría. ¡Lo veía tan lejano! Ahora sé que la gente solo hace bulto, pero no molesta. Apenas un 20% de los opositores que se presentan verdaderamente han preparado la oposición. El resto va porque tiene que ir, porque tiene que seguir en la lista para poder trabajar. Pero estudiar, pocos. Así que al final no compites con toda esa gente, sino con muchos menos.
Salieron tres temas de literatura y dos de lengua. Uno de ellos, el tema 19. Nunca lo memoricé. Me resultaban muy complicados esos temas del 18 al 22 por lo que cada vez que les tocaba el turno los leía. Memoricé una introducción, una conclusión y una bibliografía muy similar y memoricé también los esquemas. Por si acaso. Recuerdo mi pensamiento mientras comencé a escribirlo: te has vuelto loca, este tema no lo controlas bien, te quedarás atascada a la mitad, el tiempo corre, ya no hay vuelta atrás, si te arrepientes ahora ya no tienes tiempo para defender al completo otro tema… Y seguí escribiendo. Hasta llegar al final.
El comentario de texto me salí perfecto. Lo había trabajado mucho. Aprobé. Pasé a la siguiente prueba. Confieso que estaba muy nerviosa. La criba hace que te sientas cerca del objetivo. No quería ilusionarme, aunque sabía que había posibilidades. Aproveché al máximo el tiempo que tuve para preparar la defensa de la programación y las unidades didácticas. Por supuesto que ya las tenía listas, desde el verano anterior.
El aprobado
Hice una gran defensa. Aprobé con buena nota. Ahora solo faltaba esperar. Una espera interminable cuando sabes que puedes tocar la gloria con las manos. Pero puede haber fallos en el baremo de otras personas, puede haber reclamaciones y no lo sabrás con certeza hasta el final, cuando esté publicado.
Y ese día ¡fui tan feliz! Quería poner una pancarta en el balcón, para que todo el mundo lo supiera. ¡Había aprobado la oposición! Ya estaba. El esfuerzo, el trabajo, la constancia, la perseverancia, la disciplina de trabajo y mi fuerza de voluntad habían dado sus frutos. ¡Lo había conseguido!
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